Al pensar en inteligencia artificial, la mayoría de nosotros tiene en mente una IA con capacidades mentales humanas (‘Ex Machina’, 2015), un programa que nos supera con un largo margen (‘Her’, 2014), o una persona sintética capaz de imitarnos e incluso combatirnos (‘Terminator’, 1984).
Los tres casos mencionados son ejemplos de inteligencia artificial fuerte o IAF: inteligencia artificial igual o superior a la capacidad humana promedio. Jarvis, el mayordomo virtual de Iron Man, era una IAF. De momento, todos estos casos quedan dentro de la ciencia ficción.
La IA actual es toda inteligencia artificial débil
A día de hoy, no hemos conseguido programar una IA fuerte. Todo nuestro desarrollo y avance científico ha cristalizado en una forma de inteligencia que, aunque puede superar algunas capacidades humanas y va a tener un enorme impacto en nuestra economía, solo puede orientarse a un objetivo.
Es la llamada inteligencia artificial débil o IAD, y arriba podemos ver un ejemplo de su uso en una plantación industrial de fresas. En este entorno, la IA que controla el brazo robótico está especializada en recoger fresas cuando están maduras.
«Débil» no significa que no tenga valor. La IAD nos es de gran ayuda a la hora de detectar una metástasis, por ejemplo. También nos echa una mano cuando tratamos de extraer valor de un gran conjunto de datos o cuando necesitamos coordinar una flota en una ciudad, clave para la movilidad autónoma.
¿Cuál es la diferencia entre inteligencia artificial débil y fuerte?
Lo cierto es que la inteligencia artificial débil ya se encuentra a nuestro alrededor y la damos multitud de usos. Para diferenciar IAD de IAF, Huawei —el fabricante detrás del diseño de dispositivos tan punteros como el P20 Pro o el Mate20 Pro—, ha elaborado la siguiente infografia para clasificar sus respectivas características.
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