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En 1950, una inteligencia artificial era aquella máquina capaz de simular el pensamiento humano. Nos ha costado cierto tiempo darnos cuenta de que esta tarea hay que “trocearla” en otras más pequeñas. Por eso hoy somos más modestos y nos conformamos con que una IA simule, con éxito, un pequeño porcentaje de nosotros mismos. Pero, ¿qué será de la inteligencia artificial en 2025?

No cabe ninguna duda de que, a medida que esta vaya avanzando —a pasos agigantados, por lo que parece—, también iremos cambiando lo que entendemos por ella. Actualmente la inteligencia artificial nos ayuda a optimizar procesos. Dada su versatilidad, en el futuro podríamos enmarcarla en muchas otras áreas.

La IA se encargará de servicios en los que ni siquiera pensamos

En líneas muy generales, la tecnología relacionada con el “pensamiento” de las máquinas guarda relación con delegar tareas. Primero, las de cálculo, luego las predictivas. Es posible que en 2025 les dejemos todo lo demás y les permitamos tomar decisiones por nosotros si descubrimos que eso nos beneficia o mejora nuestra calidad de vida.

Es muy probable que en algún momento de la próxima década deleguemos en las máquinas buena parte de las conversaciones laborales. Hoy la tecnología ya permite llamar a un local por nosotros y reservar mesa (arriba). Probablemente otorgaremos a las máquinas cierto grado de solvencia social, “dejando suelta la correa” con la que ahora las atamos.

Como vimos en su momento, consultoras como PwC y Gartner creen muy probable que los smartphones con inteligencia artificial se conviertan en un “yo” digital del usuario, una suerte de mayordomo virtual al estilo del JARVIS de Iron Man. A medida que las máquinas vayan aumentando su inteligencia, podremos delegar más tareas. También más responsabilidad.

Hacer la IA disponible para todos

Estadísticamente, es poco probable que sepamos programar una red neuronal. La mayoría de nosotros no disponemos de estos conocimientos, como tampoco encendemos un fuego cuando queremos calentarnos. En su lugar, activamos la calefacción. Parece que el futuro cercano de la inteligencia artificial pasará inexorablemente por su democratización en todas direcciones, quizá empezando por los empleados.

Las empresas de tecnología de alto nivel tienen un cuello de botella en el departamento de desarrollo. Punta de flecha de la tecnología, ellos son los que inventan cada día el futuro, pero hay mucha fricción laboral al tratar de transmitir día a día parte de esos conocimientos a otras verticales de la empresa. Mientras, la inteligencia artificial va ganando competencias.

El verdadero salto de la IA lo veremos cuando esta pueda ser programada de forma sencilla por un usuario medio, del mismo modo que este es capaz de investigar un poco y empezar a crear tablas, tablas dinámicas o macros de dificultad creciente en Excel. El día en que estas herramientas sean accesibles para la población media empezará “la revolución”. Y probablemente sea pronto.

La revolución aún no ha comenzado

Hace un año, Michael Irwin Jordan, uno de los líderes indiscutibles a nivel mundial en machine learning, escribió un artículo titulado ‘Inteligencia artificial – La revolución aún no ha ocurrido’. Unos años antes, Tim Urban, de Wait But Why, escribió sobre la “revolución de las inteligencias artificiales” y el camino hacia la superinteligencia. El gráfico describe el fenómeno bastante bien.

En él aparece representado el “edge” o arista del progreso humano. Pese a nuestros esfuerzos, este se verá lineal una vez se haya liberado el potencial de la IA y los sistemas emergentes, de cuya impredictibilidad hablamos más adelante. Para entender la escala, traemos un acertijo que se usa en las clases para enseñar la velocidad con la que estos sistemas emergentes se manifiestan.

”Te encuentras en el interior de un barril con una gota en el fondo. La cantidad de agua se duplica cada minuto y en una hora el barril estará lleno. ¿En qué minuto te ahogarás?”

La gente suele responder “en el 30” cuando la respuesta correcta es en el 59. Nuestro cerebro no está desarrollado para pensar sobre cambios disruptivos, pero no hay duda de que estos llegarán en algún momento. Con casi toda probabilidad antes de 2025.

Los sistemas emergentes no pueden predecirse

¿Quién podría haber predicho la explosión de conocimiento tras la imprenta, el autómata de los escribas? Algo parecido ocurrió con los smartphones. Uno, aislado, es un ordenador de bolsillo muy útil, pero el sistema emergente que cambió el mundo hace unos años vino de millones de ellos interactuando entre sí. Sus consecuencias no podían predecirse con exactitud.

Ahora que dispositivos como el Huawei P30 Pro ya incorporan chips orientados a la inteligencia artificial, se está cocinando una nueva emergencia (en sentido de emergente) cuyo final no alcanzamos a imaginar. Nos olemos algo, pero fijarlo sobre el papel no lo hará más probable.

Llevemos la reflexión, por ejemplo, a la movilidad autónoma. Se estima que en España hay más de 330.000 conductores profesionales. En una década, por lo que sabemos, puede que un tercio de millón de personas (0,7%) tengan que buscar un nuevo empleo. Imaginemos el impacto que supone esto en otros sectores.

Ahora pensemos en que ya hay máquinas que hacen hamburguesas, analizan el mercado de valores, traducen, organizan viajes, generan resúmenes e incluso pintan cuadros. Los dos mejores jugadores de ajedrez del mundo no son personas, son inteligencias artificiales. Lentamente, las máquinas aprenden a hacer algo y, una vez lo hacen, ya no lo olvidan.

No podemos predecir el futuro, y se da la paradoja de que cuantos más datos tenemos para tratar de analizarlo más divergentes parecen las aproximaciones. Pero sí sabemos que habrá cambios. Pronto surgirá un nuevo sistema emergente, quizá educacional o económico, y la clave radicará en entender qué está pasando y cómo adaptarse al cambio.

Una IA unitaria formada por muchas específicas

Abríamos este artículo diciendo que en 1950 las máquinas iban a ser tan inteligentes como las personas. Alan Turing fantaseaba con hacerlas indistinguibles de nosotros. Por el camino aprendimos que resultaba más fácil crear una inteligencia artificial para cada problema específico. La pregunta que podemos hacernos es: ¿podremos unirlas en una IA más grande?

Quizá hacia 2025 usemos una sucesión de inteligencias artificiales coordinadas entre sí mediante procesamiento de lenguaje natural. Interconectadas, desde nuestra limitada perspectiva humana nos parecerá hablar con un único asistente mientras que, entre bambalinas, cientos o miles de “pequeñas” IA darán solución a cada demanda.

Según todos los expertos, estamos en un estadio primitivo de desarrollo de la inteligencia artificial. En una década, los avances con los que hoy nos asombramos pasarán completamente desapercibidos. Vivimos un momento apasionante, y pronto tendremos que redefinir lo que es para nosotros una inteligencia artificial.

Imágenes | iStock/monsitj, iStock/PhonlamaiPhotoWait But Why